Me siento como aquella niña al que regalan una bolsa de
caramelos: los primeros se los come feliz, pero, cuando se percata de que
quedan pocos, comienza a saborearlos de otra manera.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, en las que
se discuten normas, circulares, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo
que no se conseguirá nada.
Ya no tengo tiempo para soportar personas absurdas que, a
pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para perderlo con mediocridades. No
quiero estar en reuniones donde desfilan ‘egos’ inflados. No tolero a la gente manipuladora
ni aprovechada.
Me molesta la gente envidiosa, que tratan de desacreditar a
los más capaces, para apropiarse de sus puestos, sus talentos y sus éxitos. Detesto,
si soy testigo, los efectos que genera la lucha por un cargo importante. Mi
tiempo es escaso como para discutir titulares y no contenidos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa… Con pocos caramelos
en la bolsa... Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana. Que sepa reírse
de sus errores, que no se considere elegida antes de tiempo, responsable,
coherente y que desee únicamente caminar al lado de la verdad y de la honradez.
Quiero rodearme de gente que sepa tocar el corazón de las
personas …Sí… tengo prisa… para vivir con la intensidad que nada mas que la
madurez puede dar. Estoy intentando no malgastar ni tan solo uno de los
caramelos que me quedan, estoy segura que serán más exquisitos que los que me
he comido hasta ahora.