La historia o la leyenda ponen, en ocasiones y en boca de famosos moribundos, frases lapidarias y de gran sabiduría.
Pero, ¿qué pasaría si las pone el humor? ¿qué podría haber dicho tal o cual persona justo antes de palmarla?
A continuación algunas de esas supuestas frases:
¿Que he bebido qué? (Sócrates)
¡Qué va! No hay demasiada pólvora. (El hombre-bala del circo)
Nena, la comida tiene un gusto algo raro. (Cualquier pariente de Lucrecia Borgia)
Le invito a cenar a mi casa Sr. Lecter. (Uno que no conocía bien al amigo Anibal)
Perdone, ¿tiene fuego? (Un bonzo)
¡Que mareo! Se me va la cabeza… (María Antonieta)
Sit, simba, sit. (El domador del circo)
¡Levantad la capota del coche! (JFK)
¡Bruto, ayuda! (Julio César)
¿Seguro que esta leona no es peligrosa? (Uno de un safari fotográfico)
¡Qué calor! (Juana de Arco)
Confío plenamente en Vd., doctor. (Un confiado)
¡Como me dé la vuelta…! (Billy el Niño)
Mi padre nunca falla. (Un hijo de Guillermo Tell)
¿Tú y cuántos más? (Un chulo de barrio)
Esperad que me ponga las botas. (General Custer)
¡Mira… sin manos…! (Un motorista novato)
¡Claro que sé conducir un bólido! (Uno que no sabía)