Reconozco que duele. La decepción duele, la frustración duele, la desilusión, el hartazgo. Y duele la desesperanza y el cansancio; y duele volver a animarse y esforzarse por seguir considerando que el domingo hemos ganado una batalla muy importante en Grecia, que nosotras también hemos ganado. Duele que un gobierno como el griego, recién nombrado y preparado para un combate titánico contra la Troika y en definitiva contra el neoliberalismo; nombrado en realidad para cambiar las cosas en profundidad, para cambiar Europa, se presente sin una sola mujer ministra.