lunes, 21 de septiembre de 2009

FORMULA 1 ¿DEPORTE?



El último capítulo del circo de la Fórmula 1, en el que Renault entrega la cabeza de Flavio Briatore a cambio de impunidad para la escudería gala, refleja claramente lo nauseabundo que se ha vuelto este deporte multimillonario. Briatore se va por una trampa, una de las más escandalosas que se recuerdan en la historia del deporte: el autoaccidente de Nelsinho Piquet en la Gran Premio de Singapur 2008 para favorecer la victoria de su compañero de equipo, Fernando Alonso. La historia, que supera a la ficción, se sabe justo ahora, cuando el asturiano ya tiene puesto pie y medio en la mítica Ferrari gracias al jugoso patrocinio del banco Santander, que apoquinará 40 millones de euros cada año durante cinco temporadas. El Mundial del 2009 es digno de ser olvidado por el caos reinante, la evidencia de que primero es la máquina y luego el hombre y porque se ha desplomado el mito de que fulanito o menganito son insuperables al mando de coches con 800 caballos de tiro. Un par de ajustes y desajustes técnicos han situado a pilotos invisibles desde hace años en primera línea de parrilla, dejando muy claro que de esos 22 chicos, al menos doce son unos auténticos cracks manejando cualquier volante.

Todo este circo de engaños y trampas interesadas mina y preocupa a un amplio pelotón de aficionados que lo único que queremos es que haya buen espectáculo en la pista con condiciones de máxima igualdad. Somos mayoría los seguidores de la Fórmula 1 que estamos más que hartos de que la FIA se invente nuevas normativas cada semestre para favorecer a los equipos con más presupuesto. Ya vale. Termino con un doble deseo: que la temporada actual se acabe y se olvide cuanto antes y que en el 2010 recuperemos la pasión por un espectáculo deportivo sensacional que atrapó a varias generaciones cuando veíamos la lucha entre titanes de la talla de Senna, Prost, Mansell, Lauda, etc. Ojalá vuelva a ser un deporte limpio. Ojalá.





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© Fini Calviño